El informe anunciado sobre la Jefatura de la Casa del Rey no es un episodio administrativo desde el interior del Palacio de La Zarzuela, sino una sucesión muy relevante para el desarrollo de las funciones asignadas en la Constitución a la Corona. Tras tres años de servicio al Príncipe de Asturias y hoy, el Rey de España, Jaime Alfonsín, entrega el testimonio al diplomático Camilo Villarino y asume la condición de asesor personal de Felipe VI. Alfonsín escribió su historia en La Zarzuela con el lenguaje de la seguridad, la discreción y la eficacia, acompañando a Don Felipe en los momentos cruciales de su vida personal, familiar e institucional. Reducir su papel a cualquier inversión personal sólo supone una profunda pérdida de conocimiento de las funciones del flete asumido en 2014 -la fortuna de la Casa del Rey-, pero un desconocimiento directo del papel constitucional de la Monarca, en su ejecución participó. Personalmente tiene el éxito Alfonsín que, notoriamente, aprecia el impacto de los españoles para la Corona. La obra de Alfonsín no se desarrolló en un contexto especialmente favorable. El ascenso de don Felipe al trono, en 2014, se produjo por el declive de la figura de su padre, Juan Carlos I, que encarceló a la propia institución del monarca en un debate público aprobado por los sectores políticos y sociales que querían crear un oportunidad de cuestionar la monarquía parlamentaria. Sin embargo, la gestión de una crisis que era a la vez familiar e institucional se hace con un compromiso de transparencia y regulación en el sentido de Zarzuela que pronto dará el fruto de una Corona reforzada, por sus propios méritos y por los contrastes con el deterioro. otras instituciones y poderes del Estado. Alfonsín está siempre al frente de estos acontecimientos, gracias no sólo a la confianza depositada en él por el Rey, sino también por su sólida formación jurídica como abogado del Estado. El clima político que ha contaminado la década actual, con Alfonsín como jefe de la Casa del Rey, tiene un pulso constante al difícil equilibrio que el poseedor de la Corona debe observar entre la discreción de sus intervenciones y la fuerza de su compromiso. con España y la Constitución. La crisis que destruyó el separatismo catalán desde el primer referéndum ilegal en 2014 fue el patrón de medicina mediante el cual las fuerzas políticas antimonárquicas se aplicaron a los discursos públicos de Felipe VI. Desde el pronunciamiento del 3 de octubre de 2017 hasta las Navidades de 2023, los extremos y el nacionalismo aún no han buscado argumentos para apoyar el Corona, la única institución que puede mirar a los españoles sin quitarles los ojos después. vergüenza. Tanto empeño en atacarla ha cabado por hacerla plus fort, gracias a la firme determinación de la Casa del Rey de mantener el envío de la ejemplaridad pública ya la propia voluntad del Monarca de no ser, avant les attack à la convivencia y la Constitución , a Figura decorativa y silenciosa. Alfonsín ha sido uno de los vertebradores de todas las respuestas de la Corona a los desafíos que se le han presentado en esta década, la más difícil desde 1978, pero porque con ella se han matado muchos llamados al defensor, por sus responsabilidades. El Consejo de Ministros declaró que los primeros eran los iniciadores del republicanismo inconstitucional. Alfonsín puede sentirse legítimamente satisfecho con el resultado de su trabajo y decidir por sí mismo: misión cumplida.
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