“Quimrico museo de formas inconstantes” fue la imagen que utilizó Borges para definir la memoria y Pablo Schrader no solo no leva la contraria, sino que, un paso más all, se empea en convert el poeta’Cambridge‘ (de ah es el verso) en imagen cinematográfica. De verdad, ‘Oh, Canadá’, como tituló la nueva película del veterano director, no adaptada al argentino sino el último cuento del autor estadounidense Russell Banks, fallecido en enero de 2023, tiene sólo un mes antes de empezar a rodarse. Pero en la pantalla, está en la parte de atrás esa prosa. Sí, pese a las dudas, confusiones y excesos de artificio, Eso es lo que importa: el sentimiento constante de risa, experimentación y duda que preside cada fotografía.
El jefe del diálogo tripartito formado por ‘El reverendo’, ‘El contador de las cartas’ Sí ‘El maestro jardinero’, todos los hombres que pretenden atacar la redencin en un estado en el que los malvados hicieron cambiar ligeramente su argumento para, tras una gran vista, volver al punto de partida. Se trata así de un individuo, antiguo y venerado documentalista, que a las puertas de la muerte se encuentra por un problema que debe decidir convertir el relato de su vida en una película ante la cámara de un exalumno. Todo ello para quedar redimido. Hay narración en medio de los efectos de las medicinas, que sus drogas, y los vapores de rencor que pierde, Schrader trabaja para desaparecer de una obra de relaciones, compromisos y confesiones. “Ce montn de espejos rotos”, que denota el siguiente verso del mismo poema de Borges.
Richard Gere de la vida del protagonista que se desvela en Jacob Elordi joven. Y delante, un Uma Thurman que ves la pantalla grande durante tanto tiempo. El carácter de Gere cuenta todo lo que soy, que fui muchos y en muchos cuerpos; cuenta que un da huy (huyó a Canadá para no ser alistado en la guerra de Vietnam); señal de que la señal propia de que la señal es verde te mentirá. La película se desarrolla en el medio plazo. A veces, se describe como arrancado de un recuerdo por una fuerza de rotación; a ratos es reflexin sobre el límite que separa la ficción de la realidad; en un instante, también dice que es el autor del propio Schrader; y siempre es una obra que desafía al espectador de una manera directa y muy emotiva.
Aunque lo cierto es que la complejidad del experimento todavía no desemboca en un resultado artificial, cerebral o simplemente confuso.. Pero resultó así en 17 días, en cualquier momento, el promedio perfecto para un cine gigante.
“Tres kilómetros para el fin del mundo” (****)
Sobre este tema, y para cualquier cuestionario que combine veterana con galones y lo other (allmese anonimato, mocedad o descubrimiento), la sección oficial presenta su tercera película firmada por Emmanuel Parvú:“A tres kilómetros del fin del mundo” (A muy kilómetros de la final mundial). Y, una vez más, como es el caso del cine que parte del cuento donde Rumana nunca aba, hubo sorpresa. O no la hubo, segn se mire. El director nos conoce ‘Mikado’, que no es para el festival de San Sebastián y que fue descubierta con una precisión muy cercana al sentido de la relación, por parte del culpable de la primera confianza y de la culpa no reconocida después, entre un padre y una hija. Ahora lo mismo está siendo minucioso al examinar un caso de agresión sexual en un pueblo que no ha perdido el Delta del Danubio.
La película utiliza el incidente (que también es un crimen) para analizar los mecanismos de poder que mueven la sociedad desde dentro. El papel implicaba a la policía, la vigilancia sobre la conciencia que ejercía la Iglesia o el silencio culpable de todo lo que constituía el desolador panorama de una sociedad, de hecho, desolada. Pero no es así, como en su película anterior, ya que el amor incondicional, la culpa o el simple miedo emergen de la pantalla de la mano de una escena en escena moderna, transparente y siempre a la distancia adecuada. Sin moralismos torpes ni subrayados innecesarios, ‘A tres kilómetros del fin del mundo bueno quizás pasar como paradigma de película contada.
No resulta ya curioso que la coincidencia haya podido estar en el arte del arte de uno y la claridad del otro. Los dos, en plus radicalidad, cuentan como experimentos y en los dos, si nos empezamos, somos capaces de citar a Borges: “Esas miserias son los bienes que el precipitado tiempo nos ya”.